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La Comparsa Perrinche de Tudela cuenta con dos nuevos cabezudos

Las figuras de Jerónimo de Arbolancha y Adriana de Egüés fueron presentadas en el acto de clausura de la Semana Literaria

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photo_camera Presentación de los dos nuevos cabezudos de la Comparsa Perrinche de Tudela. Foto: Ángel Álvaro

La Semana Literaria de Tudela 2022 se cerró en el Cine Moncayo con la presentación de los dos nuevos cabezudos de la Comparsa Perrinche: Jerónimo de Arbolancha, poeta y humanista del Renacimiento tudelano y Adriana de Egüés, musa, humanista y mecenas del Renacimiento.

En su presentación Pedro Miguel Sánchez Eguialde, explicó que Jerónimo de Arbolancha nace en Tudela en 1546 en el seno de una acomodada familia de comerciantes.

Hombre de gran cultura y formación clásica, su adolescencia y juventud, marcada por una agitada vida amorosa, coincide con el movimiento de renovación cultural y artística que vivió Tudela en la segunda mitad del siglo XVI que fue favorecido por el auge económico que conoció la Ribera de Navarra tras su incorporación a la corona de Castilla.

Frecuentó varias tertulias o academias literarias a las que asistían un grupo de humanistas vinculados al estudio de Gramática de Tudela, entre los que figuraban el comediógrafo Melchor Enrico, su maestro y mentor, el humanista Pedro Simón Abril y el astrónomo Francisco de Tornamira.

Entre estas tertulias destacaba la que el Marqués de San Adrián, Pedro de Magallón, organizaba en su palacio. De aquí que se atribuyan a Arbolancha o a su círculo del estudio de gramática los textos en latín que figuran en el programa iconográfico de mujeres ilustres que adornan la escalera del palacio.

Ya fuera por su alcurnia o por su atractivo personal, Adriana de Egüés aparece como uno de las musas o inspiradoras de este movimiento. A ella dedicó el joven Arbolancha su único libro, por el que es más conocido, ‘Las Havidas’, un conjunto de poemas de épica novelesca, impreso en Zaragoza en 1566 con esta dedicatoria:  “A la ilustre señora doña Adriana de Egüés y Beaumont”.

Su estilo literario es calificado como un precedente del culteranismo, por lo que el mismísimo Miguel de Cervantes, entre otros, ataca y ridiculiza al poeta y a su obra en su Viaje al Parnaso. Pero lo que no se puede negar son las buenas dotes literarias y gran cultura de Arbolancha, cuya luz quedó eclipsada al coincidir con tan ilustres contemporáneos.

Se casó en 1570 con Graciosa de Cascante, una adolescente de 15 años, hija de un rico comerciante y se dedicó a los negocios junto a su suegro, pero tuvo la desgracia de fallecer dos años después, a la temprana edad de 26 años, dejando dos hijas legítimas y otra fuera del matrimonio.

La Diputación Foral de Navarra quiso honrar al poeta tudelano colocando su retrato en 1898 en uno de los medallones que adornan las fachadas del Palacio de Navarra y que representan a navarros ilustres. También una calle en Pamplona y otra en Tudela llevan su nombre.

Adriana de Egüés y Beaumont pertenece a la más alta nobleza tudelana y navarra de la época. Su inmeso palacio familiar estaba en la plaza San Salvador, conocido como el Liceo, que fue derribado en 1955.

En ese palacio organizó y fomentó tertulias o academias literarias que tan bien reunían a los intelectuales de la época, estando ligado al importante auge cultural que conoció la ciudad de Tudela en la segunda mitad del siglo XVI, en pleno Siglo de Oro Español.

Al enviudar a los 45 años, aún joven y sin descendencia, dedicó su enorme fortuna al mecenazgo de la cultura y el arte y a la protección de mujeres desvalidas. Falleció en Tudela en el año 1621.

Pero Adriana de Egües, a pesar de su poca convivencia y escasa relación con el poeta, al que parece ser que no prestó demasiada atención dada su fama de mujeriego y manifiesta arrogancia, será conocida sobre todo como musa del poeta.

Arbolancha, inspirado bien por verdadera adoración o por fingida adulación y conveniencia, comienza su obra 'Las Havidas' con unos encendidos versos dedicados a Adriana de Egüés.

También el poeta tudelano la hace protagonista de la historia que narra en su libro, ya que se esconde tras los personajes de la princesa Adriana y la zagala Andria y él mismo se identifica con el pastor Arbolino.

Al leer el poema hubo quienes se preguntaban por las relaciones del poeta y la joven Adriana. Arbolancha quiso dejar bien claro que solo era su musa y no dudaba en pedir su protección ante las críticas que esperaba de su libro y negaba en sus versos las habladurías y rumores que entonces corrían por Tudela.