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Estudian en Cadreita reducir el empleo de fertilizantes químicos

Un grupo de investigadores del CSIC pretende demostrar que aplicando un nuevo bioestimulante se puede mantener el rendimiento y mejorar la asimilación del fósforo

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photo_camera Campos de tomate en Cadreita.

Un grupo de investigación del Instituto de Agrobiotecnología-CSIC de Navarra estudia reducir el empleo de fertilizantes químicos, manteniendo el rendimiento de los cultivos, mediante la aplicación de un nuevo bioestimulante.

El proyecto, titulado Herramientas biotecnológicas para la mejora de la eficiencia en el uso del fósforo, está financiado por el Gobierno de Navarra y coordinado por la investigadora Edurne Baroja Fernández (IdAB-CSIC).

El objetivo de esta iniciativa es demostrar que este bioestimulante, producido en condiciones controladas, permite mantener el rendimiento y mejorar la asimilación del fósforo incluso con dosis reducidas de fertilizante. Para ello, se aplicará el bioestimulante con el agua de riego a variedades de tomate que actualmente se emplean en la industria alimentaria. El estudio se va a realizar durante los dos próximos años en la finca experimental del INTIA en Cadreita. Está previsto que en el mes de mayo se planten 3.750 plantas en una superficie de 1.200 metros cuadrados.

El empleo de nuevas técnicas que permitan una agricultura sostenible está motivado por los grandes desafíos a los que se enfrenta el sector agroalimentario. El aumento de la superficie agrícola contaminada e improductiva resultante del empleo de técnicas agrícolas intensivas unido a los efectos negativos derivados del cambio climático que están comprometiendo la disponibilidad de nutrientes en el suelo y la eficiencia de su uso por las plantas limitan el rendimiento de los cultivos. Para mejorarlo, los agricultores aplican a la tierra macronutrientes en forma de abono químico. Sin embargo, se estima que la planta sólo utiliza el 50% de este abono y el resto acaba retenido en formas no asimilables o contaminando las aguas subterráneas.

El fósforo es el nutriente más limitante debido a su escasa movilidad e inaccesibilidad. A esto hay que sumar que el 80% del fósforo del suelo no es utilizable por las plantas. La principal fuente natural para los fertilizantes fosfatados es la roca fosfórica, un recurso no renovable en peligro de extinción (en 50-100 años se habrán agotado las principales reservas del planeta). Además, gran parte de las minas de roca fosfórica poseen metales pesados que son tóxicos para la planta y acaban acumulándose en los suelos agrícolas.

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“Para contribuir a paliar este problema tenemos que encontrar estrategias que mejoren la eficiencia en el uso de nutrientes e incrementen el rendimiento de los cultivos de manera sostenible y respetuosa con el medio ambiente”, asegura Edurne Baroja, investigadora del IdAB-CSIC.

Una de las estrategias más utilizadas para mejorar la asimilación de fósforo es inocular el suelo con hongos formadores de micorrizas, favoreciendo el desarrollo de las raíces y solubilizando parte del fósforo del suelo. Desde el IdAB-CSIC se trabaja en la obtención y caracterización de bioestimulantes basados en los metabolitos que producen ciertos hongos patógenos y que hacen que la planta crezca para luego tener más superficie a la que atacar. “Aprovechamos la sabiduría de los microorganismos para obtener un beneficio para el hombre”, apunta Edurne Baroja. Con este proyecto se pretende asegurar el alimento en condiciones climatológicas adversas derivadas del cambio climático como la sequía, lluvias torrenciales, pérdida de fertilidad de los suelos, etc.

De cara al futuro, el reto es emplear este tipo de bioestimulantes para reducir las dosis de fertilizantes químicos en todos los cultivos hortícolas de interés para Navarra. “Esto permitirá al agricultor reducir el empleo de fertilizantes químicos manteniendo el rendimiento de los cultivos e incrementando la rentabilidad de sus cosechas de una manera sostenible”, reconoce Edurne Baroja. Este proyecto, en el que colabora el Centro Nacional de Energías Renovables (CENER), cuenta con la participación de los investigadores del IdAB-CSIC Francisco José Muñoz, Abdellatif Bahaji y Ángela Sánchez.