Las crisis que tienen cierta magnitud nos provocan estados emocionales intensos, por lo que perdemos el control sobre nosotros mismos y sobre esa emoción, lo cual impide la capacidad de tomar decisiones de cualquier tipo, pues nos quedamos de momento como paralizados. La persona pierde autonomía y pierde o se le debilita la capacidad de considerar racionalmente alternativas de conducta. De ahí la solución que postularon los estoicos, filósofos atenienses del S. IV a. de C., cuyo fundador fue Zenón de Citiun; propugnaron como solución a estos problemas que nos desentendamos de todo tipo de emociones y sentimientos, tanto si son positivos como negativos, que no les hagamos caso y que estemos por encima de ellos; de esa manera no podremos gozar en determinadas ocasiones, pero en otras nos evitaremos sufrir; lo llamaron a esta postura “apatehia”, que también la defendieron otros pensadores en diferentes épocas, como Séneca, filósofo cordobés del siglo I que fue preceptor de Nerón y que murió precisamente por orden de éste, y el emperador romano Marco Aurelio un siglo más tarde. Pero seguir esta línea sería tanto como negarnos a vivir una dimensión esencial de nuestra naturaleza, y por otra parte siempre terminamos recuperando nuestro autodominio.
Por otro lado, hemos de tener en cuenta que las dificultades que se nos presentan, aunque en un primer momento nos desorienten, terminan provocándonos, nos hacen sacar fuerzas e ingenio que no suponíamos poseer y somos capaces de superarlas; en definitiva, que los problemas nos hacen crecer personalmente y progresar en nuestras aptitudes personales, como supongo que todos tenemos experiencias claras de lo que digo.
Como todos los años, voy a iniciar esta presentaciónhaciendo un rápido repaso por lo que la filosofía occidental ha dicho sobre el tema central de este año. La verdad es que el tema de las crisis y de los fracasos apenas se ha tratado directamente por los filósofos, pero sí de modo indirecto. Es más un asunto de la psicología.
El primero que en cierto sentido se acerca al tema de estas jornadas es Aristóteles, cosa que no debe extrañar, porque fue el primero que hizo una filosofía sobre todos los asuntos, como son la lógica, la moral, la física, la naturaeza, la teoría del conocimiento, la metafísica, la ética, la teología, la retórica y la política, además de un estudio sobre la generación de los animales, que Darwin tuvo muy en cuenta. En la Ética a Nicómaco, que era su hijo, nos dice que debemos practicar la prudencia no ya para saber qué es el bien, sino para ser buenos, actuar bien y resolver las dificultades; la prudencia nos hará actuar siempre del modo más oportuno y conveniente, porque el hombre tiene la capacidad de deliberar rectamente sobre lo bueno y conveniente para sí mismo, no en sentido parcial, sino para vivir bien en general, es decir, no para preocuparse en desarrollar aspectos parciales de su persona, lo cual nos haría seres desequilibrados, sino todos los aspectos, incluyendo también las relaciones familiares. Deliberar sobre lo que es bueno para toda su personalidad es una capacidad natural, lo que pasa es que en ocasiones deliberamos sobre lo que es bueno para uno solo de los aspectos de la personalidad, y coartamos la capacidad natural y la degeneramos, siendo esto motivo en muchas ocasiones de las crisis que se nos presentan.
El ser humano, además de tener la capacidad para deliberar rectamente, es capaz también de prestar atención a las circunstancias que le rodean y entenderlas, lo cual le llevará a realizar la acción más adecuada. Pero estas dos capacidades, la de deliberar sobre lo que nos conviene y el prestar atención a nuestras circunstancias, las tenemos que desarrollar y convertirlas en hábitos, de tal manera que modulen nuestro modo de ser y conformen nuestro carácter; si no tenemos tales hábitos, los primeros inconvenientes nos desarbolarán por completo. Por eso es favorable que tales capacidades nos produzcan bienestar, que encontremos gusto al hacerlo, y también es imprescindible que tengamos fuerza de voluntad para pasar a la acción, pues si carecemos de ella no podremos llegar a ser verdaderamente prudentes porque no actuaremos.
Hay que resaltar que prudencia significa acción, actividad directa y clara, y no tiene nada que ver con ese concepto extendido de que la persona prudente es la que deja actuar a los demás y se queda pasiva.
También hemos de tener en cuenta que la prudencia no es ciencia, que no tiene la precisión de un teorema de matemáticas, por ejemplo, ni hay una regla fija, porque cada caso y cada persona es un mundo, y no hay una solución única que sirva para todos. También es cierto que el prudente, con todos sus hábitos y voluntades puede fallar, pero esto le tiene que servir para aprender de sus propios errores, que han sido en este caso su circunstancia más inmediata.
Una vez que se ha encontrado qué es lo que hay que hacer, es importante pensar sobre cómo hacerlo, cómo debemos actuar, de qué manera vamos a realizar la acción que nos conviene, para que los demás entiendan nuestra postura y no la rechacen.
Damos ahora un salto de veintitrés siglos, desde Aristóteles al filósofo español Jaime Balmes, (1810-1848), que nos dice que para pensar bien y dilucidar sobre cualquier suceso el primer medio imprescindible es la atención, que es la que nos da total claridad en nuestras ideas y nos facilita además tener una buena memoria sobre los hechos. Para ser totalmente eficaz debe ser suave y reposada, ejercerla tranquilamente, ya que si es demasiado agobiada, puede resultar negativa, pues este autor cuenta entre los distraídos tanto a los atolondrados como a los ensimismados, en cuanto que éstos se desentienden de los aspectos digamos colaterales.
Se puede interrumpir la atención cuando surge alguna situación que lo requiere, y si se ha practicado de manera relajada no cuesta volver de nuevo a ella. Primero hemos de centrarnos en lo que en un momento determinado nos resulta imposible, conocer a fondo las razones de la imposibilidad con que tropezamos, y en el momento que lo hayamos descubierto sabremos también cuales son nuestras posibilidades y cuál debe ser nuestra manera de actuar.
A finales del siglo XIX y principios del XX surgen dos movimientos filosóficos en Europa, el historicismo y el vitalismo, mientras que en el ámbito sajón, sobre todo en USA, surge el pragmatismo.
El alemán Wilhelm Dilthey (1833-1911), que es historicista, sostiene entre otras cosas que frente a los límites impuestos al hombre por las circunstancias, se le abren otras hermosuras del mundo y de la vida que de otro modo no hubiera alcanzado nunca”
El americano William James (1842-1910), pragmatista y americano, considera la mente como un instrumento de adaptación al medio, investiga los hechos y se hace de ellos una idea clara, y a partir de esta idea sabremos qué sensaciones podemos esperar y qué reacciones hemos de preparar. La filosofía de William James sirve no sólo para solventar las dificultades que se nos vayan presentando sino también para prevenirlas. Lo que importa es que esas ideas sean útiles para mejorar nuestra situación o para hacerla más soportable.
Charles Sanders Peirce (1839-1914), pragmatista y también americano, se preocupa fundamentalmente por el tema de la semiología, pero en su obra filosófica hay aspectos que podemos aprovechar para estas jornadas, cuando afirma que todo conocimiento no es más que una búsqueda que parte de las dudas que la vida nos ofrece, pero esas dudas nos provocan una irritación de la que nace una lucha para conseguir una solución segura. También propone un método: señala que la ciencia utiliza tres métodos: El deductivo, que ofrece siempre deducciones verdaderas, pero que sólo es útil en lógica y en matemáticas. El inductivo por el que, después de observar que bastantes individuos de una clase poseen ciertas cualidades, concluye que todos los individuos de esa clase poseen también esas propiedades. Y la abducción, que consiste en que para hallar la solución de un problema hay que inventar una hipótesis de la que podamos deducir alguna consecuencia, y si esa consecuencia se puede verificar, esa hipótesis es verdadera, pero eso no quiere decir que sea verdadera para siempre.
John Dewey (1859-1952), americano y pragmatista, nacido en New York como William James, afirma que el hombre se halla inmerso en el mundo y que su naturaleza consiste en una capacidad para dar significado a la realidad y para modificarla. Poner ejemplos: un palo que nos encontramos lo utilizamos como bastón, y un tronco lo podemos utilizar como un puente, así como el barro lo podemos aprovechar para hacer ladrillos, etc., lo cual es modificar la naturaleza. Nuestra inteligencia es una fuerza activa llamada a transformar el mundo de acuerdo con nuestros objetivos. La existencia humana implica peligro, y nuestro problema es encontrar lo que es necesario para rectificar o evitar lo que sea perjudicial, y así las situaciones negativas pueden ser superadas. Como William James, es pragmatista, y dice que las ideas son en realidad instrumentos, y por tanto pueden ser válidos o no, eficaces o no, pero no verdaderos o falsos. El concepto de verdad lo suplantan por el de utilidad.
Giovanni Gentile (Sicilia, 1875- 1944), neoidealista italiano. El tema principal de su filosofía es la dialéctica, pero no como la pensó Platón sino como la propusieron Kant y Hegel, tema que él intenta desarrollar. En este asunto se le presentan los temas del mal y el error, y él los entiende de una manera muy personal.
El mal es lo que se nos enfrenta y opone, lo que en definitiva trata de negarnos, pero en ese momento el espíritu se levanta y niega la negación de lo que se nos está oponiendo, lo destruye. El mal que trata de anularnos es como el motor que pone en pie nuestro espíritu, que mediante su respuesta nos hace progresar.
El error es lo que se opone a la verdad, pero no es más que un momento de la verdad, pues sólo lo reconocemos a través de ella, y no sólo en el aspecto lógico, sino también en el nivel práctico y en el moral. El mal y el error, en resumen, son el combustible de la llama del espíritu, que es quien los destruye y es por tanto nuestro bien.
Maurice Blondel, un filósofo francés espiritualista de mediado del siglo XX, (1861- 1949) sostiene que el hombre tiene inserta una voluntad de alcanzar la perfección y de realizarse a sí mismo, y no solo eso, sino que posee una fuerza especial para dirigirse a una dimensión sobrenatural. Tenemos un dinamismo inagotable del que la inteligencia y la voluntad extraen su fuerza para obrar, por eso, la inadecuación con nosotros y con la realidad es la ley de la vida, pero a la vez es la ocasión para que esa fuerza original se ponga en marcha.
Avanzamos unos pocos años dentro del siglo XX y nos vamos a considerar al filósofo español Ortega y Gasset. (1883- 1955), perteneciente al vitalismo.Es conocida el proverbio en que se basa su filosofía, la frase que dice: “Yo soy yo y mi circunstancia”. Partiendo de los problemas que sus circunstancias le puedan presentar el hombre se construye su propia existencia e intenta realizar el proyecto que ha elegido. Se inventa a sí mismo a través de la fantasía: una fuerza que le hace al hombre proyectar nuevas actividades yproyectos, con lo que inventa la cultura y la historia.
Para resolver sus problemas el ser humano crea ideas, imagina posibilidades, inventa hipótesis y cuando éstas no son adecuadas inventa otras y aprende de sus propios errores, lo cual le da mucha experiencia de la vida. También inventa instrumentos, profesiones, estilos de vida e instituciones. Así surge la cultura en sus aspectos individual y social. El sentido de la vida es que cada uno asuma sus circunstancias y las recree; no es la razón lo principal sino la vida, siendo la razón una de sus funciones. Por eso las cosas no se descubren por la fría razón, sino por vivir y actuar con ellas.
La vida me es dada, pero no se me da hecha, es algo que tenemos que hacer, lo que supone un problema y una inseguridad radical, pero que a la vez contamos con los medios para lograrlo. Así pues para vivir tengo que hacer algo con las cosas, siendo esta la manera de que se me descubran.
Es de nuevo una visión optimista del hombre, que tiene la capacidad de encontrar la solución a susinconvenientes, contando además con que las cosas se descubren ellas mismas por medio de nuestro vivir con ellas.
Emmanuel Mounier (1905- 1950), fue el fundador del Personalismo, con ocasión de la gran crisis económica de 1929. Y él afirmaba que así como el Renacimiento fue la solución para la crisis de la Edad Media, el Personalismo sería la solución a la crisis del siglo XX. Esta gran crisis no sólo tuvo motivos económicos, sin principalmente morales, porque no se tuvo en cuenta el valor de cada ser humano sino el beneficio dinerario. Así que la solución no estaba sólo en cambiar el sistema económico sino sobre todo en colocar a la persona en el centro de la discusión teórica y de la acción práctica, potenciando su dimensión espiritual.
Por eso el centro de su filosofía es la defensa de la persona, que está encarnada en un cuerpo, inserta en la historia y que es por naturaleza comunitaria. Es inobjetivable e indefinible, no nos cabe en la conciencia, y somos mucho más de todo lo que podemos pensar. “El estado es para la persona y no a la inversa”. Esa potenciación de la dimensión espiritual requiere que en primer lugar seamos capaces de descubrir nuestra auténtica vocación, o lo que es lo mismo, llegar a conocernos en profundidad, lo cual nos servirá para comprometernos en un proyecto, que puede ser el trabajo- lo cual no siempre es posible- o algo fuera y distinto del trabajo, y ese proyecto no debe ser solo personal sino también social. Estos tres ejercicios-vocación, proyecto y servicio- serán, junto al hecho de considerar a la persona el ser más importante, los que nos ayudarán a solventar las posibles crisis y también a evitarlas. La cuestión no es huir de la realidad, sino transformarla.
No quiso saber nada del marxismo porque es un capitalismo de estado, exalta a la colectividad frente a la persona, y produce regímenes totalitarios.
Xavier Zubiri (1898-1983), justifica filosóficamente el que realmente podamos enfrentarnos a nuestros problemas y superarlos. Aprehensión de estimulidad y de realidad: el animal y el hombre; mientras el animal queda atado a lo que percibe y debe seguir el dinamismo que lo percibido implica, el hombre está suelto respecto a las cosas, y por ello puede actuar sobre ellas como quiera, es libre. Nos apropiamos de unas posibilidades y en consecuencia creamos otras nuevas: así surge la historia. La persona puede conferir sentido a las cosas y constituir un mundo de posibilidades. Es decir, que afrontando los problemas creamos además un mundo de nuevas posibilidades y nos perfeccionamos.
Por otra parte, desde 1990, se habla de inteligencia emocional, un concepto que acuñaron Peter Salovey y John Mayer, lo cual fue una novedad, pues se consideraba que las emociones no tenían nada que ver con la vida intelectual, y se consideraban siempre como algo irracional, pues de acuerdo con lo que había dicho William James, el cerebro no poseía ningún sistema especial que hiciera referencia a ellas. Sin embargo, un neurólogo americano posterior, James Papez, afirmó tras múltiples investigaciones en 1937, que el hipotálamo se encargaba de esta función y además tenía conexión con las zonas pertenecientes al conocimiento.
Se considera inteligencia emocional la capacidad de controlar las emociones propias y las de las personas con quienes nos comunicamos, distinguirlas y guiar el propio pensamiento y la conducta para conseguir resultados positivos. Se considera por tanto que hay una interconexión clara y evidente entre el pensamiento, la acción humana y las emociones, y el equilibrio emocional es un requisito indispensable para el buen funcionamiento de nuestra capacidad de conocer.
Como resumen cabe decir que todos los filósofos consultados son de la opinión de que las crisis, aunque dolorosas y desagradables en principio, son un motor que impulsa nuestro crecimiento personal, porque estamos preparados para ello.
Alfonso Verdoy Blanco